sábado, 3 de enero de 2009

La habitación

En aquella habitación ella había vivido muchas cosas, o más bien, ellos dos. Aquella habitación significaba tanto para sus vidas que por más que huyeron a lugares recónditos, nunca pudieron deshacerse de ella; siempre governaba sus mentes, como un fiero dictador que impone a todos a su voluntad. Y por fin ella regresó, un día, a aquella habitación en la que tantas cosas había vivido. Desde nacer un agosto de 1932, hasta esconderse debajo de las sábanas de su cama un julio de 1936, cuando no quería escuchar los alborotos que se sucedían en las calles de su ciudad natal; las primeras veces que el amor la llevó a una frustración sin salida también estaba ella en aquella habitación en la que no paraba de llorar, ayudada por su almohada (la que antes le había ayudado a superar el miedo al exterior...), o aquellas veces clandestinas en las que ella y él habían ido a descubrir su amor en aquella habitación, mientras sus padres trabajaban en aquella tienda de comestibles que tenían...Recordó una y otra vez todo lo que él le había prometido, desde que se irían los dos juntos a Argentina porque en España los dos sabían que no se podía vivir, que había mucha gente y muy poca comida, hasta que él le iba a poner una casita en Rosario cuando llegaran, e iban a tener cuatro hijos, ni tres ni cinco, sino cuatro, y que se iban a llamar como ella quisiera; Lucía, Javier, Julia y Germán, había pensado ella, que quería dos niños y dos niñas... Y precisamente pensó una y otra vez en el día que iban a coger aquel barco que finalmente les llevaría a su lugar soñado, y en cómo ella lo había esperado durante más de tres horas y él no apareció...-«No puede ser», pensaba ella una y otra vez, hasta que se dio cuenta de que él se lo había pensado mejor y que no quería irse con ella; pero lo que ella no sabía es que alguien con uniforme gris lo había cogido y subido en su coche y llevado a un lugar del que jamás volvería, o quizás sí. Y así se quedó ella, sola y sin saber lo que de él se había acontecido. Y precisamente ella había vuelto a aquella habitación un 20 de julio de 1969, el día en que la NASA dijo que un ruso llegaría a la luna...y ella seguía sin creérselo, y la verdad es que no se lo creería nunca...Pero a lo que íbamos, ella se encontraba en aquella habitación donde tantos momentos había vivido, para recordar todo lo que podría haber sido y no fue...precisamente había tenido que coger un vuelo desde Rosario el día anterior porque su madre había fallecido, pero durante un momento pensó que debía recoger cosas que tenía en su habitación para llevárselas a su lugar de residencia, Rosario, cuando alguien la llamó por su nombre; -«Pastora», -dijo una voz cercana y masculina-, así que ella se giró y vio a un hombre unos tres años mayor que ella, que le sonreía con lágrimas en los ojos. Y ella lo reconoció, reconoció a aquel hombre con el que tantos y tantos momentos había vivido en aquella habitación que parecía no tener salida. -«Pastora, siento mucho lo de tu madre, yo...»Y ella supo que, como otras veces habían hecho, aquella habitación serviría para immortalizar un momento que después se repetiría hasta el final de sus vidas.

1 comentario:

Asterion dijo...

Me gusta cuando escribes así. Y lo leí hace tiempo, el mismo día que lo publicaste; pero no sabía muy bien lo que comentarte. Ante tu insistencia, y creyendo que piensas que no te leo, te comento. Me gusta cómo cuentas con palabras tiernas cosas tan duras, al estilo de Benedetti.

Ya va siendo hora de que te escriba. Sigo vivo, y tú.

Un beso, dulce ternura.